viernes, 21 de enero de 2011

Estoy eufórico. He recuperado este espacio cual Cid Campeador expulsando a los pérfidos musulmanes. En un ataque de moralina ciberespacial me bloquearon el blog en la conexión de Educación por poner j.... tres veces. Como podéis comprobar la palabra ha sido eliminada de la fatídica entrada como los héroes de la Revolución Rusa caídos en desgracia durante el estalinismo. Me siento tentado a poner insultos como tontopollas o ioputa para ver si se bloquea otra vez. Se admiten sugerencias, es importante que conozcamos los límites que la administración no nos deja traspasar. Total, que, visto lo visto, y que, probablemente, no haya mucha gente por ahí, voy a poner otro micro-micro-relato que me hace gracia pero, no me voy a engañar, no es gran cosa. Pero es que sois muy agradecidos.

Durante un tiempo su día favorito fue el martes. Quizás podamos buscar nuestras verdades en los días que nos gustan. Puede ser el sábado si eres un fiestero, un viernes si eres de los que disfrutas de los tiempos regalados, los domingos si eres religioso, los miércoles de un cinéfago, los jueves de los compañeros y, lo siento, los lunes son demasiado para cualquiera. El suyo, en sus verdes 15, eran los martes. A última hora se reunía un grupo variopinto de 2º de BUP en un aula anexa al Centro para la optativa de “Audiovisuales”. Una materia llena de críos deseosos de pasar la hora final del martes viendo películas o escuchando música. Él se había apuntado a los martes por ella. No estaba en su clase, pero por una serie de azares que, por supuesto, suponía forzados por el destino, se había enterado de que estaría allí todo el año. Demasiado tentador y libre de sospechas. En algún momento se daría la posibilidad de algo, a saber, y, mientras, podía observarla en toda su grandeza sin parecer un pesado o un salido.

Uno de esos martes les habían encargado un trabajo sobre un grupo musical que les gustara. Él tenía sus preferencias pero también conocía las ajenas. Alguna vez se habían mencionado nombres y “The Cure” fue el encargado de abrir las puertas del cielo al pobre infeliz. ¡Ay, no os enredéis en cuitas amorosas con las hormonas haciendo la conga cual borrachos en una boda! La exposición fue un éxito, leído de memoria, y, para rematar: “Friday, I’m in Love”. “Que debería llamarse “Tuesday, I’m in Love”, en fin, digo, por el día…” Una pequeña broma de una ingenuidad admirable que era una declaración de amor en toda regla sin contrapartidas. Mientras la cinta regrabable rodaba, él, situado en la platea de la cochambrosa aula, casi no se atrevía a mirarla. Y mejor que no lo hubiera hecho, porque no necesitó más que una mirada furtiva para detectar su expresión de disgusto y, encima de su mesa, un folio con las palabras “THE CURE” (con corazoncitos) arrugándose entre las manos de ella. Bueno, a lo mejor no fue así exactamente pero lo cierto es que entre su primer apellido y sus intenciones le había j*¿?!* bien, sin tocarla siquiera. Ese día no se iba a hablar otra vez del famoso grupo inglés aunque existió esa posibilidad. Perdida como otras muchas que acontecieron.

PD: Feliz enero, que me está costando lo indecible ponerle buena cara al mal tiempo.