martes, 30 de septiembre de 2008

Confundir la amistad con una dislocación de hombro (y II)

Bien, continúo. En definitiva, este grupo se ha convertido para mí en un mixto de amistad (pasada) y de familia (presente). ¿Cómo podríamos definirlo en una palabra? ¿Famistad? ¿Amilidad? El lenguaje tiene que servirnos para aliviar la complejidad del mundo. Qué alivio cuando encuentras esa palabra que va a lo concreto. Ésa, ésa es la palabra...
Por aclarar el extraño título del relato de hoy, os cuento que durante la celebración de la despedida me disloqué el hombro, o estuvo a punto de salirse, o algo que me hizo ver las estrellas. Me disponía a tumbarme en medio de un paso de cebra mientras los coches hacían cola en el semáforo y sentí un pinchazo agudo en el hombro, seguido de una parálisis parcial. Para entendernos, no podía mover el brazo sin ver pajaritos a mi alrededor. Creí que se había salido y enseguida me acordé de esa escena de "Arma Letal" donde Mel Gibson se sacaba el hombro y luego se lo volvía a colocar de un golpe. Se me pasó por la cabeza hacer lo mismo pero me tranquilizaron y volvió a su sitio. Eso sí, me quedé blanco como el papel y lo peor es que se me pasó la euforia. Así que las horas restantes me las pasé quejándome del hombro y observando cómo hacían el garrulo los demás.
No hubo grandes anécdotas ni momentos inolvidables, pero sí me di cuenta que todos tenemos más preocupaciones y somos más cínicos. Ah, y os eché de menos (en serio), incluso os llamé (prueba irrefutable). Pero no os quiero encontrar en una despedida sino en una bienvenida.
PD: una chorrada. ¿Alguien ha roto con su pareja y le han echado la ropa y los discos por la ventana? ¿De dónde coño sale ese tópico en las películas? Otra cosa, me encantan los comentarios que habéis dejado: son tan o más válidos que lo que escribo, de hecho si no los hicierais, esto no tendría mucho sentido. Espero que les digáis a todos los que podáis que escriban algo... I talk way too much.

lunes, 29 de septiembre de 2008

Confundir la amistad con una dislocación de hombro

A veces me sorprendo pensando en algo sobre lo que escribir en estos huecos como si fuera una especie de columnista digital y me olvido que esto debe ser un brainstorming sin pies ni cabeza. Así que, como voy con retraso, vamos al lío.
Estuve en una despedida de soltero el fin de semana con los amigos que conservo del instituto. Un grupo ya tan extraño y heterogéneo que se ha convertido en una familia disfuncional como las que suele tener todo hijo de vecino. Pero me da por pensar que un grupo de amigos "nunca" debe ser una familia, porque entonces entramos en el terreno de las "obligaciones". Si la amistad tiene algo de decente es que te exime de esas engorrosas responsabilidades que tiene la familia, como la de quererla porque sí. Y eso es en lo que se ha convertido esta gente para mí: es que tengo que quererlos aunque no aguanto más de un día con ellos. Igualico que a mi familia. Sé que el problema es mío (estoy de psicoanalista con este asunto) y que, en realidad, he disfrutado esas contadas horas. Además, son impagables esos momentos que compartes con ellos en los que se mezcla la broma gruesa y la trascendencia vital. Una suerte de película trascendental maquinada por garrulos sentimentales. Luego sigo...

jueves, 25 de septiembre de 2008

Rellenar por la línea de puntos

No tengo mucho tiempo para pensar de qué voy a escribir en este hueco, así que parece que me estoy poniendo discursivo, algo como "venga, a ver lo que sale". Lo primero: gracias por las felicitaciones, no se puede evitar agradecerlas y encima nada de esos mensajes impersonales de "pon el nombre en el hueco". Gracias de verdad.
Lo segundo, no sé si conocéis el truco de, si te gusta alguien, dejar algo en su casa para tener una excusa y volver a visitarlo. Pues funciona en otras circunstancias. Dejé algo allí y tener que recogerlo es la excusa perfecta para volver. Eso me hace pensar que debería planificar mejor mi vida y así tenerlo todo donde quiero. La mayoría pasamos por la vida sin planes establecidos, como vengan dadas. Y no está mal, estás continuamente sorprendido, pero, sin duda, hay que tener algo que se parezca a un plan para ciertas ocasiones. Como diría el poeta del Equipo A, me encanta que los planes salgan bien.
Ésta está dirigida a alguien que le va a gustar: le pregunté a una alumna inglesa en clase de español que me dijera los números del uno al diez. Empieza a contar: uno, dos, tres, catorce!,... Espera un momento, ¿a qué me recuerda esto?

miércoles, 24 de septiembre de 2008

No conozco a ninguna Mercedes, creo

Me he decidido a escribir unas líneas todos los días laborables, por lo menos. Hoy es mi cumpleaños. Hace ya un mes o así que tengo la edad que tengo pero hoy es el día. No puedo más que pasar el expediente de unas cuantas felicitaciones aunque ya se van notando los años. Porque voy al trabajo y descubro que hay gente más joven que yo, y no uno ni dos años, ¡cinco o seis años menos! Y entonces me visualizo sin esos cinco años menos y parece que ha pasado un siglo porque se han dado unos cuantos cambios en mi vida (no son los años, son los kilómetros) y ¡no os conocía! Además, creo que era otra persona; no estoy seguro, pero lo creo. Espero haberme quedado con lo mejor pero me da que me he dejado algo en el camino (otro día escribo sobre algo relacionado con esto que pensé el otro día). Me siento como si me hubiera reinventado, como si me hubiera creado un personaje. Aún me queda por descubrir si era yo el de antes o soy el de ahora o soy los dos en distintos momentos. Eso sí, me siento afortunado de haberlos pasado juntos. Ya estoy soltando lastre... No sigáis leyendo.

martes, 23 de septiembre de 2008

Los quarcs o quarts o quars o quas

Estoy empezando a ver claras similitudes entre esa y esta zona. Una de ellas es la obsesión por los quarcs o como se llamen esos vehículos aparatosos que no sirven para casi nada pero que los que no pueden comprar un deportivo los usan para fardar. En los pueblos donde esa plaga se ha extendido siempre hay historias de pobres muchachos que se han matado con el susodicho pero a continuación los lugareños relatan su propia experiencia como algo divertido. "Cogí el quá de Pepillo y me dezollé el codo. De aquí a aquí. Joé, yo no zé por dónde iba pero el quá iba por un lao y yo por otro" (me estoy dando cuenta que es imposible saber cómo se escribe el nombre del triciclo motorizado ése porque nadie pronuncia la parte final). Estas cosas me resultan tan ajenas que me siento como una especie de extraterrestre descubriendo las costumbres de la nueva raza y no entendiendo nada (igualico que cuando me hablan de cosas de adultos). Mundos distintos coexistiendo en el mismo plano. Como decía no sé quien hay otros mundos pero están en éste (las citas molan).
Mal empezamos si me fijo más en las conversaciones ajenas que en las propias pero es que me he convertido en un "voyeur" un poco cutre, o por necesidad que también vale.
Una recomendación para pasar el rato, cualquier película de Jean Pierre Melville, uno de los más insignes directores del polar francés (que es como los güais nombran al cine negro hecho en Francia). En especial, "El confidente", "El círculo rojo" o el clásico "El silencio de un hombre" (con un Alain Delon magistral, para que os hagáis una idea el claro referente es Forrest Whitaker en "Ghost Dog" de Jim Jarmusch).
Ah, y para amenizar una noche de cócteles, Pink Martini, un supergrupo muy cool (¡pero qué güai estoy!).
PD: Escribid algo para meteros conmigo por lo cursi que me pongo.

lunes, 22 de septiembre de 2008

No me echéis flores, echádselas a los marranos

En cuanto leí vuestros dos mensajes se me revolvió algo en el estómago y no era gazpacho. Aparte de un par de lágrimas el sentimiento principal ha sido el de vacío. No sólo por no poder contaros esto en persona sino también porque esta tarea se va a hacer más difícil. Nuestro cuerpo tiene un sistema de protección bastante bien engrasado para ocultar lo malo que nos pasa, pues leer vuestros mensajes me desarma el sistema.No pienso releer lo que escribo, ¡necesito soltarlo y basta!
Hay otra cosa, ¿no os pasa que cuando os dicen que hacéis algo bien, empezáis a hacerlo mal? Es la presión de no hacerlo sólo bien, sino mejorarlo y mantenerse en la cresta. La caída es peor desde la cumbre, dicen. Pero te la pegas seguro, añado. ¿Es mejor caerse un poquito o del todo? Siempre he creído que hay cierta comodidad en los bajos (¿!?) incluso cuando "tienes" que estar bien, down on the upside que diría Soundgarden. No sé, pienso en voz alta, así se parece más a los rollos que suelto habitualmente.
Y, ¿de qué va esto? Que necesito que me deprimáis, que necesito sentir que no puedo compartir café y cigarrillos con vosotros, que necesito que me llevéis de vuelta a uno de mis hogares preferidos,... ¿Un poco triste? ¡Qué alegría!

jueves, 18 de septiembre de 2008

Llegamos sin problemas, lo difícil es continuar

Nunca sé cómo empezar, hace poco leí un libro en el que el personaje principal intentaba encontrar la entrada perfecta para su novela, y está tan abrumado por lo que ya se ha escrito que desiste y en el trayecto se da cuenta que ése es su inicio. Supongo que no hay que abrumarse con los desafíos, hay que emprenderlos sin más. Así que conociendo la escasa ambición que tengo y que los comienzos son tan fáciles como un "hola", "¿qué tal?" o "¡qué calor hace!", aquí estoy.
He creado esta historia sólo para contactar con vosotros, y como sabéis quién sois no os voy a presentar. Afortunadamente he tenido el gusto de compartir con vosotros ese tipo de cosas que no se pueden describir con palabras, con lo que la mitad de la historia (la importante) ya está hecha. Me planteo que todo esto es un poco absurdo, sobre todo en un tipo que no entiende internet como la panacea de la comunicación, pero hay cosas que os tendré que contar y no se me ocurre, en las actuales circunstancias, un mejor modo de hacerlo.

- Se oyen campanas, ¿quién se habrá muerto?
(El tipo sale del bar para escucharlas mejor, vuelve al interior)
- ¿Quién se habrá muerto?- repite- Pedro, Perico,... ¿quién se ha muerto?
- El "grillo", el marido de la Dolores.
- Ése era joven, ¿no?
- Sí, 14 años - riéndose.
- ¡Si tenía 90! - espeta un parroquiano al fondo.

Bien, éste el tipo de diálogos que suelo escuchar en el bar de al lado, antes de mis tareas matutinas. Un pueblo donde cuando suenan campanas es que se ha muerto alguien. Empecemos.

Sabéis que os quiero y que tengo por ahí alguna pregunta que todavía no he pensado para hacérosla. Y que os echo de menos, mucho.